martes, octubre 25

Un Dios presto para perdonar


"Porque tú, Señor, eres bueno y aperdonador,
y abundas en misericordia para con todos los que te invocan" (Salmo85:6).

Cuando nosotros pecamos, seguramente sentimos también el peso aplastante de la conciencia dolida. Es un remordimiento saludable, pues como puede movernos a dar los siguientes pasos debidos para corregír los errores. Sin embargo, existe el peligro de ahogarse en la culpa.

El corazón pudiera condenarnos, obsecionado con la idea de que Dios no nos perdonará, sin importar lo arrepentidos que estemos. Si nos "traga" la culpa, Satanas tal vez aproveche y nos incite a darnos por vencidos y a creer que Dios nos concidera inútiles e indignos de servirle (2 Corintios 2:5-11).

Razones por la que Nuestro Padre Celestial está listo para perdonar. Dios tiene la plena conciencia de que nuestras limitaciones. Como diee Salmo 103:14 "porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos apolvo". En efecto, no olvida que somos criaturas hechas de polvo, con las flaquezas y debilidades que conlleva la imperfección. Por otro lado, la indicación de que conoce "la formación de nosotros" nos recuerda lo que dice en Jeremías 18:2-6 que compara a Dios a un ceramista y alos seres humanos a vasijas a las que dá forma.El gran alfarero regula su manera de tratarnos de acuerdo con la fragilidad de nuestra naturaleza pecaminosa y con la respuesta -positiva o negativa- que demos a su dirección.
Nuestro Padre Celestial comprende el poder del pecado, al que describe en su Palabra
como una fuerza que nos tiene en sus garras mortiferas, Ahora bien, ¿hasta qué grado nos domina? El apóstol Pablo indica en su carta a los Romanos que, tal como los soldados están subordinados al comandante, nosotros nos hayamos "bajo el pecado" (Romanos 3:9) El cual reina sobre la humanidad (Romanos 5:21) y reside o mora en nuestro interior (Romanos 7:17,20); además la ley del pecado actúa siempre en nosotros y trata de dirigirnos (Romanos 7: 23,25) ¡Con cuanta fuerza tiene sometida a nuestra naturaleza imperfecta! (Romanos 7:21,24).
Así que, Dios sabe que, por mucho que deseemos obedecerle, no lograremos hacerlo a la perfección. En muetra de amor, nos asegura que nos perdonará si imploramos su misericordia con arrepentimiento sincero Salmo 51:17 "Los sacrificios de [para] Dios son el espíritu quebrantado; [un] corazón quebrantado y contrito no despreciarás tú, oh Dios". No, nunca rechazara un corazón quebrantado y aplastado por la carga de la culpabilidad.

¿Qué ocurre con las consecuencias?
¿Se desprende de la actitud perdonadora de Dios que el arrepentimiento queda exento de todas las consecuencias de su mala conducta? De ninguna manera. No podemos pecar con inpunidad. Pablo escribió: "porque todo lo que el hombre siembre, eso también segará" (Gál. 6:7). Por tanto, quizás tengamos que afrentar algunas repercuciones de nuestros actos. Si embargo, esto no quiere decír que, de adsolvernos, Dios haga que suframos penalidades. Cuando estas surjan, los creyentes arrepentidos no deberían creer que Él los está castigando por sus faltas del pasado "Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios, porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie [con cosas malas]" (Santiago 1:13).

Por otro lado, Él no nos resguarda de todos los efectos de nuestros errores. Entre secuelas ineludibles figuran divorcios, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual, y la perdida de la confianza o el respeto.
No olvidemos que aunque Dios perdonó a David las transgresiones cometidas con Betsabé y Urías, no lo amparó de las calamidades consiguientes (2 Samuel 12:9-12).

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